Las finas comisuras de sus gruesos labios hacían resaltar su nariz, tan perfectamente sincronizada y a escala justa para no parecer un maldito ladrillo en el medio de su cara. Sus ojos café aterciopelados, por desgracia inundados en lágrimas; se volvieron extrañamente brillosos, pero apagados y sin vida a la vez.
De pronto, una frase se atoró en mi mente: “Un pecado haber acabado con su existencia, hubiera sido mejor enamorarlo.” Luego, algo estrepitoso y carente de sentido se había alojado en mi cabeza… ¿Culpa, remordimiento…?
−No, jamás… Diablos, ¿qué pasa conmigo? No y no. –recito frustrada mirando fijamente mis ojos en el reflejo de su sangre.
Sin que pasen dos segundos más, todas las imágenes que representaban los anteriores asesinatos que cometí, comenzaron a acumularse en la parte más oscura de mi cerebro; la más innecesaria, esa que todos llaman CONCIENCIA.
¿Qué diablos me estaba pasando? El rostro de un desconocido hizo que mi mente despertara lo que siempre mantuve en penumbra. ¿Era eso acaso, bueno o malo? Serían dos visiones distintas: la humanidad y yo.
● ● ●
Tomé mis pertenencias, ésta vez sin tanto cuidado; me arranqué de un solo tirón la peluca negra y manejé hasta mi departamento. Casi desorientada, caminé dando tumbos hasta el baño y me encerré en él con dos vueltas de llave.
Después de estremecerme durante una larga hora; convencí a mi maldita conciencia para que se callara y entre sollozos murmuré:
−Será siempre mejor, el bien para la humanidad…
Con una fija determinación, apoyé el revolver sobre mi cien y antes de gatillar una última frase me atravesó como flecha: “He aquí, mi última víctima.”
Todas las fotos publicadas en ésta entrada pertecen a Agustina Lusky, autora de las mismas. Fue ella quién otorgó el su permiso de publicación y distribución, con la condición de respetar su fuente. DECILE NO AL PLAGIO, utilízalas siempre indicando su autor. ®