lunes, 11 de enero de 2010

Última víctima.


Me decidí a mirar a los ojos del que iba a ser mi última víctima y con tan solo una bala, arrebaté la agonía en su rostro. Tan pálido, tan peculiarmente cálido. Nunca había dispuesto de tiempo como para tomar una pausa y observar un rostro; quizás por eso éste es el único que llamó tanto mi atención.


● ● ●

Las finas comisuras de sus gruesos labios hacían resaltar su nariz, tan perfectamente sincronizada y a escala justa para no parecer un maldito ladrillo en el medio de su cara. Sus ojos café aterciopelados, por desgracia inundados en lágrimas; se volvieron extrañamente brillosos, pero apagados y sin vida a la vez.

De pronto, una frase se atoró en mi mente: “Un pecado haber acabado con su existencia, hubiera sido mejor enamorarlo.” Luego, algo estrepitoso y carente de sentido se había alojado en mi cabeza… ¿Culpa, remordimiento…?

−No, jamás… Diablos, ¿qué pasa conmigo? No y no. –recito frustrada mirando fijamente mis ojos en el reflejo de su sangre.

Sin que pasen dos segundos más, todas las imágenes que representaban los anteriores asesinatos que cometí, comenzaron a acumularse en la parte más oscura de mi cerebro; la más innecesaria, esa que todos llaman CONCIENCIA.

¿Qué diablos me estaba pasando? El rostro de un desconocido hizo que mi mente despertara lo que siempre mantuve en penumbra. ¿Era eso acaso, bueno o malo? Serían dos visiones distintas: la humanidad y yo.

● ● ●


Tomé mis pertenencias, ésta vez sin tanto cuidado; me arranqué de un solo tirón la peluca negra y manejé hasta mi departamento. Casi desorientada, caminé dando tumbos hasta el baño y me encerré en él con dos vueltas de llave.

Después de estremecerme durante una larga hora; convencí a mi maldita conciencia para que se callara y entre sollozos murmuré:

−Será siempre mejor, el bien para la humanidad…

Con una fija determinación, apoyé el revolver sobre mi cien y antes de gatillar una última frase me atravesó como flecha: “He aquí, mi última víctima.”





Todas las fotos publicadas en ésta entrada pertecen a Agustina Lusky, autora de las mismas. Fue ella quién otorgó el su permiso de publicación y distribución, con la condición de respetar su fuente. DECILE NO AL PLAGIO, utilízalas siempre indicando su autor. ®

domingo, 10 de enero de 2010





Era una mañana templada, media fría y con aspecto otoñal; raro en esta época del año dado que estábamos en pleno
verano. De hecho, después de seguir meditándolo, era muy extraño; recuerdo bien que el día anterior haciendo zapping, anunciaron más de 30⁰ para hoy, pero todavía era temprano.


El tiempo podía llegar a cambiar..








Sacudí mi cabello todavía húmedo por la toalla y me incorporé de inmediato. La taza de porcelana verde que contenía mi café, cayó rápidamente al piso, pero su sonido fue insuficiente; no lo sentí, no lo tomé enserio.

–Tranquilízate Camille. –dijo Eugene, mientras
me tomaba de ambos brazos con fuerza.
– ¿Cómo podría tranquilizarme? Dime de una vez qué diablos pasa. –no podía esperar su respuesta.
–Escúchame con atención. Debes hacer lo que yo te diga, ¿OK? –su mirada era triste.
Sequé con brusquedad las gotitas saladas en mi rostro y la miré fijamente al surco de los ojos cafés. –Está bien. –asentí con dolor.
–Richard ha… Ha… Ha tenido un pequeño accidente y está internado en el hospital St. Anthony, en la Avenida 16th, W. 4231. –Mis ojos se abrieron frenéticamente– Yo no puedo acompañarte ahora, pero iré lo más pronto posible. Llegaré, lo prometo.



● ● ●



Cuando pisé la puerta del Hospital, no sabía hacia donde avanzar, mi derecha, mi izquierda. Por suerte una enfermera me tomó del brazo; a la altura del hombro y susurró en mi oído:


–Tranquila, nada malo va a pasar. Vienes por un pariente, ¿verdad?- Recitaba en forma de canto. –Sígueme, checkearemos sus datos en nuestro sistema para poder decirte cuál es su estado. ¿Está bien?- Volvió a repetir ese canto, que hasta cierto punto, llegaba a tranquilizarme. Pero, ¿cuál habría sido mi cara al entrar para que ella se acercara tan rápido a intentar calmarme? Sinceramente, no importaba, sólo necesitaba ir a la recepción de inmediato.










Todas las fotos publicadas en ésta entrada pertecen a Agustina Lusky, autora de las mismas. Fue ella quién otorgó el su permiso de publicación y distribución, con la condición de respetar su fuente. DECILE NO AL PLAGIO, utilízalas siempre indicando su autor. ®